La imagen se repite prácticamente todas las semanas. Coches de
policía, sirenas, lágrimas y caras de terror y dolor. Es tan frecuente que
muchos estadounidenses ya se preguntan cómo es posible que en un país tan desarrollado como el suyo ocurran con tanta
frecuencia tragedias así. Hablamos
por supuesto de los tiroteos en las escuelas de Estados
Unidos que han
alcanzado una cifra crítica ante la impotencia de unas autoridades que no saben
cómo evitarlos.
Los datos
son escalofriantes y muestran claramente que es necesario actuar con premura. Y
es que desde que se produjo el salvaje ataque a la escuela de Sandy Hook, en
Newton (Connecticut), en el que murieron 28 personas incluyendo el asesino y su
madre en diciembre de 2012, ha habido 74 tiroteos más en escuelas.
74 en apenas
un año y medio, una media altísima de uno cada 7,35 días, tal y como alerta el grupo popular de
control de armas puesto en marcha por Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva
York.

A tal punto
ha llegado el nivel de alerta que el propio presidente Obama ha querido poner
el foco sobre el asunto. “Somos el único país desarrollado en la
Tierra en el que ocurre esto. Y ocurre una vez a la semana”,
manifestó durante una sesión de preguntas en Tumblr.
Las
asociaciones a favor de la limitación de armas llevan tiempo pidiendo una
solución mientras que sus adversarios afirman que hay
fallos en el sistema de salud mental del país y que hay que lograr que estas
personas estén alejadas de las armas todo lo posible.
“Estados Unidos no tiene el monopolio de
los locos. Y sin embargo nos matamos los unos a los otros en
estos tiroteos masivos que tienen tasas más altas que en ningún otro lugar”,
comentó al respecto Obama.
De momento
lo único seguro es que los gobernantes deben intervenir cuanto antes para que
situaciones tan dramáticas no se sigan repitiendo constantemente. Desgraciadamente la
reforma sobre el control de armas que propuso el presidente sigue guardada en
un cajón tras ser
tumbada en el Senado. Mientras tanto, la gente continúa muriendo ante la
pasividad de unas autoridades que hace mucho que debieron tomar cartas en el
asunto.
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